El dolor es la herida que nadie ve y que más tarda en curar.
Ante una decepción, un amor roto, una traición, una mentira o la pérdida de un
ser querido sentimos dolor emocional. Sin embargo, lejos de verlas como
derrotas o símbolos de debilidad, debemos aprender a reconocerlas como parte de
nuestra esencia.
Aunque esto es algo que nos cuesta mucho descubrir, porque
el dolor emocional siempre duele y siempre nos recuerda “dónde está la herida”.
Es un dolor que nadie ve y que todos escondemos, hay
personas que interiorizan su dolor emocional y lo van gestionando día a día con
valentía y superación personal. Son personalidades que no se dejan vencer y que
guardan sus cicatrices sabiendo que son parte de sus vivencias y de lo que han
aprendido.
Luego, están esas otras
personas que han hecho de su dolor emocional su rencor personal. Se sienten tan
lastimadas que generan malestar a quienes están a su alrededor. Han dejado de
confiar en ellas mismas y en los demás y ven el día a día con negativismo.
El dolor emocional es siempre esa herida interna que, de no
gestionar de forma adecuada, puede traducirse a su vez en enfermedades. Es lo
que llamamos “somatizar”, es decir, cuando un problema emocional nos supera,
todo nuestro organismo sufre las consecuencias hasta el punto de sufrir varias
dolencias como migrañas, cefaleas, problemas musculoesqueléticos, dolor de
estómago, malas digestiones, insomnio, ansiedad, mareos, náuseas.
Llorar es algo
necesario, higiénico y saludable. Al igual que sentir rabia y enfadarte. Todo
ello recibe el nombre desahogo emocional y como tal debe vivirse durante un
corto periodo de tiempo.
El desahogo emocional
debe ser puntual y no extenderse más allá de dos semanas. En caso de pasar todo
un mes llorando y dejándonos llevar por las emociones negativas corremos el
riesgo de caer en una depresión
El dolor es difícil de superar y suele tardar mucho tiempo
en sanar por completo. Son heridas internas que cicatrizarán poco a poco y que
cada día dolerán un poco menos. se supera con nuevas ilusiones, con nuevos
alientos y esperanzas. Rodéate de
personas que favorezcan tu crecimiento personal, que te ayuden y que no
pongan muros a tu identidad o a tu autoestima.