La palabra espanto se refiere tanto a la acción como al efecto de espantar,
palabra que proviene etimológicamente del latín “expavere” integrada por el
prefijo “ex” que indica lo que sale o se exterioriza y por “pavere” que puede
traducirse como miedo excesivo o terror, que nos induce una serie de reacciones
que dependen de cada sujeto: gritar, correr, inmovilizarse, temblar, etcétera.
El espanto es una emoción que afecta a animales y a personas
cuando ven aproximarse una amenaza grave que puede provocarles un enorme daño,
objetiva o subjetivamente, ya que a veces la medida del terror que se infunde
depende de cada sujeto en su vivencia personal y de las circunstancias del
hecho, por ejemplo, si sentimos un grito contribuyen a causar espanto el hecho
de estar solos, en un lugar oscuro y desconocido. El mismo grito si lo
escuchamos desde nuestra casa, acompañados por familiares y con la luz prendida
tal vez nos preocupe pero no nos aterrorice o espante.
Muchos atribuyen el terror o espanto a lo inexplicable, como
cuando creemos ver fantasmas o voces que provienen del más allá.
El espanto es una dolencia causada por este terror que según
una creencia mexicana evade el alma del cuerpo, provocando escalofríos, mareos,
temblores, trastornos gastrointestinales, insomnio y hasta fiebre. El afectado
recurre con frecuencia a curanderos para “limpiarse” de la afección.
Hay personas que se divierten causando espanto, y a otras
les causa placer sufrirlo cuando saben que se trata de ficción como cuando leen
novelas de terror o se mira una película de ese género. En la festividad de
Halloween o noche de brujas, típica de la cultura anglosajona el espanto es el
tema clave de la celebración.
También se aplica el término para hablar de algo muy grande,
que excede lo usual, por ejemplo: “hoy tengo un hambre espantoso” o “es
espantosa la cantidad de tarea que debo hacer para mañana”.
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