Se puede describir a la tentación como el objeto del deseo
de una persona, deseo que por lo general implica ciertos elementos negativos debido a
la posible prohibición o acceso restringido que versa sobre el mismo. Una
tentación también puede ser generada por actos o acciones, no sólo por objetos
y en este sentido la tentación por lo general se relaciona con actos indebidos
pautados socialmente, como ciertas conductas sexuales, alimenticias o éticas.
Lo prohibido, y por ende la tentación también lo estará,
está vinculado con el peligro y es justamente ese combo de peligro-prohibido lo
que más atrae a algunas personas que justamente son más permeables a estas
cuestiones.
Los amores y las relaciones prohibidos, por citar uno de los
ejemplos más corrientes, son grandes tentaciones en las que las personas
comprometidas con alguien o algo suelen caer en sus vidas.
Ahora bien, una vez que se trasciende a la tentación es
habitual que en la persona sobrevenga una sensación de culpa de la cual será
difícil sobreponerse. No todos actuamos del mismo modo ante la culpa, hay
algunos que deciden confesar su acción para así sentirse aliviados y obviamente
menos culpables pero también hay otros que no pueden hacerlo por el temor a
perder aquello conseguido y entonces deciden caer en la mentira, algo que
además los llenará de remordimientos y más sentimientos de culpa.
La conducta contraria, aquella que puede mantenerse inmune a
la tentación, requiere en todos los casos una importante cuota de fuerza de
voluntad y conciencia. Con esto queremos decir que cuando a alguien se le
presenta una tentación de algún tipo tendrá que invertir mucho valor y esfuerzo
para no caer frente a ella. Normalmente es difícil no ceder ante la misma pero
también puede suceder que se haya evitado sucumbir a la misma pero como
contrapartida el individuo se siente triste, deprimido.
El tema de la tentación ha sido abordado por la religión
cristiana para la cual dispone de una connotación altamente negativa como
consecuencia que siempre moviliza a la persona a actuar de una manera
impulsiva, cercana al pecado y contraria muchas veces a lo que propone la fe
católica. Porque seguramente esa acción en la que uno se ve tentado será
sumamente agradable en el momento presente pero inmediatamente después puede
desencadenar un problema o daño en uno mismo o en el prójimo.
Según lo que cree y se ha encargado de difundir la tradición
cristiana en este sentido es Satanás quien interviene con toda su astucia y
maldad para inducir al hombre en la tentación y por ello al pecado en su máximo
esplendor.
De acuerdo a la tradición bíblica, la tentación es uno de
los primeros errores en los que caen Adán y Eva como representantes de la
Humanidad al aceptar la manzana prohibida de parte de la serpiente maliciosa
que compartía con ellos el Paraíso. La tentación es entonces señalada como un
elemento de debilidad ante un posible deseo de obtener algo prohibido, aunque
también se podría decir que la tentación es específicamente el momento anterior
al de la obtención de ese elemento prohibido o a la realización del acto en
cuestión.
La tentación como fenómeno social siempre ha tenido a lo
largo de la historia diferentes modos de ser representada. En este sentido, las
sociedades actuales establecen determinados elementos tentadores que pueden
estar relacionados con actitudes o prácticas específicas de la época, estando
muchos de ellos relacionados con el consumismo y la adquisición irrefrenable de
bienes. La tentación, además, se vincula en gran medida hoy en día con hábitos
alimentarios ya que la conciencia sobre los diferentes tipos de alimentos
genera ciertas prohibiciones sobre aquellas comidas más grasosas que son, por
lo general, las más sabrosas y deliciosas para muchas personas.
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