La experiencia de miedo intenso es conocida como terror. La
palabra terror presenta sinónimos diversos en español, tales como horror,
espanto, pavor, pánico o miedo.
Las múltiples caras del terror
La vivencia del terror está presente de muchas maneras. En
la ficción existen géneros específicos, el cine o la literatura de terror, cuya
característica primordial es crear una atmósfera de pánico en el espectador o
en el lector. En la vida real, el sentimiento intenso de miedo se puede vivir
de muchas maneras: el terror nocturno de los niños, las situaciones amenazantes
o de extremo peligro o en un contexto de violencia o de guerra.
En el mundo de los sueños también experimentamos situaciones
de pavor y de miedo
En ocasiones el terror se convierte en una especie de juego,
tal y como ocurre con algunos atracciones infantiles o en los disfraces
terroríficos de carnaval.
El terror es generalmente rechazado por el ser humano, salvo
en aquellos casos en los que forma parte de la ficción o del entretenimiento.
Sin embargo, los actos que generan terror son un instrumento poderoso para
conseguir ciertos objetivos, tal y como sucede con las acciones de los grupos
terroristas o las mafias.
En un sentido histórico, el terror forma parte de la
historia universal de la humanidad y de manera muy especial en las guerras, las
situaciones de explotación, los genocidios o en algunos procesos
revolucionarios (por ejemplo, durante la Revolución Francesa tuvo lugar una
etapa tan sangrienta y brutal que es conocida como el Terror).
El mecanismo fisiológico que activa el terror se encuentra
en el cerebro de las personas y de los animales, concretamente en el denominado
sistema límbico. Este sistema sirve para regular las emociones y nos pone en
guardia frente a situaciones de pánico.
La vivencia de miedo extremo depende de una hormona, la
oxcitocina. La activación de esta hormona permite reaccionar ante aquello que
produce el terror y a partir de este aviso el individuo puede actuar de una
manera u otra: escapando del peligro que le aterroriza, enfrentándose al miedo
o quedándose paralizado.
Desde un punto de vista fisiológico, las situaciones de
terror producen una serie de alteraciones: incremento de las pulsaciones y de
la presión arterial, aumento del metabolismo celular y de la glucosa y la
sangre fluye a las extremidades inferiores para facilitar la huida.
Las vivencias terroríficas no solo afectan al cuerpo de
manera momentánea sino que pueden dejar secuelas psicológicas significativas a
largo plazo.
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