miércoles, 23 de noviembre de 2016

VACIO

Al compás de un suspiro puede aparecer un sentimiento de tristeza y unas palabras: “Me siento vacía”. Y, generalmente, el estado que corresponde esta frase suele ser de gran malestar. El suspiro que acompaña a esta sensación delata una suerte de nostalgia, de añoranza por algo que se perdió. No se trata de algo concreto y palpable, que podamos señalar y nombrar, sino que más bien correspondería a un estado de ánimo, a un sentimiento. Lo que se añora es, pues, una situación de lleno absoluto, donde el desasosiego que produce la sensación de vacío no tendría razón de ser. Pero ¿hemos llegado en alguna ocasión a vivir tal situación? Tal vez sí, porque la separación que supone el nacimiento fue precedida por un estado de plenitud en el interior de un espacio en el que no existía ninguna clase de carencia. El vacío, pues, se relaciona con la vida, con la separación, con el progresivo reconocimiento de un yo individual y diferente de los otros.
Es posible que en los lugares menos accesibles de nuestra conciencia haya quedado alguna huella de aquella situación en la que nada nos faltaba. Por ello, en algunos momentos complicados de nuestra vida sentimos la nostalgia y el deseo confuso de regresar a esa caverna mítica.

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