Cuando la sensación de miedo es intensa se habla de pavor.
Términos como pánico, horror, terror o espanto funcionan como sinónimos.
Cada individuo percibe el miedo intenso de manera muy
personal. Hay individuos que ante él se paralizan, mientras que otros
reaccionan de forma valiente. En líneas generales se podría hablar de una serie
de síntomas asociados al pavor: pulso acelerado, sudoración, sensación de angustia
y agobio, tensión muscular, confusión y, en definitiva, una convulsión física y
mental. Estos cambios cumplen una función biológica: prepararnos para afrontar
la situación pavorosa.
El miedo como mecanismo de defensa nos permite dar una
respuesta ante situaciones objetivamente peligrosas. Un posible accidente, la
amenaza de un ataque de un animal salvaje o la violencia propia de la guerra
son ejemplos de situaciones que generan un pánico intenso y difícilmente controlable.
Ciertas conductas expresan un miedo intenso que no tiene una
justificación racional. Así, el miedo a las palomas, a los espacios abiertos, a
las escaleras o a las largas esperas son circunstancias atípicas que comúnmente
se conocen como fobias.
En psicología se estudian los miedos irracionales o fobias
con el fin de ayudar a las personas que padecen esta alteración. Se habla de
miedo irracional por varios motivos:
1) porque se trata de una respuesta desproporcionada,
2) porque es una reacción que no se puede controlar
fácilmente y
3) porque algunas fobias tienen consecuencias negativas en
la vida diaria (pensemos en una persona con miedo fóbico a las escaleras y en
sus limitaciones en el día a día).
Hay fobias de distinta naturaleza. Así, los psicólogos las
clasifican en dos grandes bloques:
1) las fobias específicas (por ejemplo, a los perros, a las
jeringuillas, a las tormentas o al polvo)
2) las fobias sociales (el miedo a la crítica de los demás,
a los hombres o a las muchedumbres). El conjunto de estas fobias son
denominadas como trastornos del miedo.
Normalmente el tratamiento de los trastornos del miedo se
basa en enfrentarse directamente al propio miedo
No hay una receta infalible para solucionar el miedo fóbico.
Sin embargo, los psicólogos recomiendan una terapia que incluya la exposición a
aquello que activa el mecanismo de pavor. Así, el paciente con fobia a los
ascensores tiene que afrontar una serie de retos de manera paulatina y gradual
hasta que finalmente es capaz de subirse en un ascensor con normalidad.
De manera complementaria, hay otro tipo de técnicas para
superar las fobias (buscar información sobre las probabilidades reales
relacionadas con los supuestos peligros asociados al elemento que produce la
fobia o la relajación mental para controlar la ansiedad).
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