La pena implica un
estado de ánimo muy común entre los individuos que es el de la tristeza por la
situación que se experimenta o por la que atraviesa alguien a quien se quiere.
También a aquello que desencadena la pena se lo designa de ese modo.
Entonces, si estamos recibiendo este mensaje, con el signo
de la pena, desde nuestro mundo interior y nos altera o baja nuestra calidad de
vida, lo peor sería ocultarlo y negarlo, debemos prestarle atención y ver qué
pasa. Primero debemos verificar si estamos enfrentando una pérdida, ver si ésta
es real o no. Una perdida siempre nos va a producir sentimientos de pena o
tristeza, desde perder un objeto pequeño, una pequeña pena, hasta asuntos
importantes en todos los planos, como una relación afectiva significativa,
donde se produce una gran pena, que muchas veces implica la elaboración del duelo
respectivo. Con estos datos, lo primero que debemos hacer, es identificar los
pensamientos que están asociados a estas sensaciones de pena, pues siempre las
emociones, que son fenómenos naturales y estudiables, están asociadas a ciertos
pensamientos, sensaciones físicas e imágenes, que se repiten cada vez que
tenemos tristeza u otra emoción.
Supongamos que Ud. Tenía una excelente relación afectiva con
otra persona, que desde su punto de vista marchaba muy bien, y esta persona por
algún motivo, rompe la relación o se margina de ella, y Ud. Está muy triste y
deprimido por ello, pensando: “La he perdido para siempre, yo que la quería
tanto, que tanto luché por esta relación, no puedo vivir sin ella, no concibo
la vida sin ella”. Este tipo de pensamientos, indudablemente, nos va a producir
una profunda tristeza, con sentimientos de vacío e inutilidad, por la
estructura misma del mismo, el cual debemos analizar. En este caso, es más
sensato y sano aceptar la pérdida y cambiar nuestra actitud y forma de pensar,
por ejemplo: “He perdido a esta persona tan querida, esto me da pena, pero voy
hacer algo al respecto, debo reconstruir mi vida y sacar provecho de esta
experiencia...etc”. A veces basta solo este cambio de formulación de
pensamientos para producir cambios extraordinarios en nuestras emociones y
sensaciones, recordemos que todos estos procesos cognitivos están relacionados
unos con otros y se retroalimentan permanentemente.
Muchas personas, a veces cometen la equivocación de negar
los sentimientos de tristeza o pena, lo cual es un gran error, pues al negar
algo, lo dejamos de ver y al dejarlo de
ver, perdemos el control sobre ello y no podemos trabajarlo ni controlarlo. A
veces tenemos la fantasía, que al negar o ignorar un sentimiento negativo, nos
vamos a sentir mejor, la verdad, que al final, es todo lo contrario, todo lo
que negamos y ocultamos a nuestra conciencia, se transforma, con el tiempo, en
otros síntomas de más difícil manejo.
Otro defecto frecuente en el tratamiento de estas emociones,
aparte de ocultarlas, es culpar a otros de las mismas. Como si la pena que
sentimos, la angustia o rabia, es culpa de otros, NO, no es así, las otras
personas están involucradas en ello y pueden ser gatilladores de estos
procesos, pero los responsables de sentir cada emoción o sensación, somos
nosotros mismos, pues siempre tenemos la libertad de elegir otra emoción, a la
que elegimos a veces en forma mecánica. En este aspecto, debemos entrenarnos en
ver y evaluar las opciones que tenemos de sentir o experimentar algo. Asumir la
responsabilidad de nuestros sentimientos y sus consecuencias. Eso es parte de
la madurez. Debemos recordar también, que no podemos resolver nuestros
problemas en el mismo nivel de conciencia que los creamos.
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