miércoles, 21 de diciembre de 2016

PENA

 La pena implica un estado de ánimo muy común entre los individuos que es el de la tristeza por la situación que se experimenta o por la que atraviesa alguien a quien se quiere. También a aquello que desencadena la pena se lo designa de ese modo.
Cuando experimentamos lo que llamamos tristeza o pena, seguramente el sentimiento y las sensaciones que tenemos son como un gran vacío interior, o como un dolor constante y difuso, como que nos vamos sumergiendo en algo oscuro y feo. Muchos pacientes expresan esto como estar “cayéndose en un profundo hoyo”. Pero alertas, esta experiencia dolorosa y disfórica, la tristeza, es un tipo de información muy valiosa, como otras emociones negativas, de rabia, ansiedad u odio, son fenómenos totalmente explicables y tratables por las ciencias psicológicas. Nada que no se pueda comprender, tratar y crecer con estas experiencias. Hoy sabemos que todo lo que experimentamos emocionalmente, si logramos asumirlo y procesarlo, tiene una función adaptativa y cumple un papel fundamental en mantener las relaciones y los vínculos interpersonales. Esto significa, en el tema que tratamos ahora, que su pena o tristeza está relacionada con alguien o con la perdida de algo, sea esto real o imaginario, y que esto no es producto de un castigo o de la mala suerte, pues siempre existe una causa concreta, sea física o psíquica, e identificada esta, se puede tratar y curar, y más aún, esta experiencia nos puede ayudar a desarrollarnos mejor como personas y a comprender asuntos de la vida, que de otra forma es muy difícil ver.
Entonces, si estamos recibiendo este mensaje, con el signo de la pena, desde nuestro mundo interior y nos altera o baja nuestra calidad de vida, lo peor sería ocultarlo y negarlo, debemos prestarle atención y ver qué pasa. Primero debemos verificar si estamos enfrentando una pérdida, ver si ésta es real o no. Una perdida siempre nos va a producir sentimientos de pena o tristeza, desde perder un objeto pequeño, una pequeña pena, hasta asuntos importantes en todos los planos, como una relación afectiva significativa, donde se produce una gran pena, que muchas veces implica la elaboración del duelo respectivo. Con estos datos, lo primero que debemos hacer, es identificar los pensamientos que están asociados a estas sensaciones de pena, pues siempre las emociones, que son fenómenos naturales y estudiables, están asociadas a ciertos pensamientos, sensaciones físicas e imágenes, que se repiten cada vez que tenemos tristeza u otra emoción.
Supongamos que Ud. Tenía una excelente relación afectiva con otra persona, que desde su punto de vista marchaba muy bien, y esta persona por algún motivo, rompe la relación o se margina de ella, y Ud. Está muy triste y deprimido por ello, pensando: “La he perdido para siempre, yo que la quería tanto, que tanto luché por esta relación, no puedo vivir sin ella, no concibo la vida sin ella”. Este tipo de pensamientos, indudablemente, nos va a producir una profunda tristeza, con sentimientos de vacío e inutilidad, por la estructura misma del mismo, el cual debemos analizar. En este caso, es más sensato y sano aceptar la pérdida y cambiar nuestra actitud y forma de pensar, por ejemplo: “He perdido a esta persona tan querida, esto me da pena, pero voy hacer algo al respecto, debo reconstruir mi vida y sacar provecho de esta experiencia...etc”. A veces basta solo este cambio de formulación de pensamientos para producir cambios extraordinarios en nuestras emociones y sensaciones, recordemos que todos estos procesos cognitivos están relacionados unos con otros y se retroalimentan permanentemente.
Muchas personas, a veces cometen la equivocación de negar los sentimientos de tristeza o pena, lo cual es un gran error, pues al negar algo, lo dejamos de ver  y al dejarlo de ver, perdemos el control sobre ello y no podemos trabajarlo ni controlarlo. A veces tenemos la fantasía, que al negar o ignorar un sentimiento negativo, nos vamos a sentir mejor, la verdad, que al final, es todo lo contrario, todo lo que negamos y ocultamos a nuestra conciencia, se transforma, con el tiempo, en otros síntomas de más difícil manejo.
Otro defecto frecuente en el tratamiento de estas emociones, aparte de ocultarlas, es culpar a otros de las mismas. Como si la pena que sentimos, la angustia o rabia, es culpa de otros, NO, no es así, las otras personas están involucradas en ello y pueden ser gatilladores de estos procesos, pero los responsables de sentir cada emoción o sensación, somos nosotros mismos, pues siempre tenemos la libertad de elegir otra emoción, a la que elegimos a veces en forma mecánica. En este aspecto, debemos entrenarnos en ver y evaluar las opciones que tenemos de sentir o experimentar algo. Asumir la responsabilidad de nuestros sentimientos y sus consecuencias. Eso es parte de la madurez. Debemos recordar también, que no podemos resolver nuestros problemas en el mismo nivel de conciencia que los creamos.

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