La honestidad es un valor o cualidad propio de los seres
humanos que tiene una estrecha relación con los principios de verdad y justicia
y con la integridad moral. Una persona honesta es aquella que procura siempre
anteponer la verdad en sus pensamientos, expresiones y acciones. Así, esta
cualidad no sólo tiene que ver con la relación de un individuo con otro u otros
o con el mundo, sino que también puede decirse que un sujeto es honesto consigo
mismo cuando tiene un grado de autoconciencia significativo y es coherente con
lo que piensa. Lo contrario de la honestidad sería la deshonestidad, una
práctica que comúnmente es repudiada en las sociedades contemporáneas, ya que se
la asocia con la hipocresía, la corrupción, el delito y la falta de ética.
A través de la historia de la filosofía, la honestidad ha
sido largamente estudiada por diferentes pensadores. Por ejemplo, Sócrates se
dedicó a investigar sobre su significado y a indagar sobre qué es
verdaderamente esta cualidad. Más tarde, filósofos como Immanuel Kant tratarían
de componer una serie de principios éticos generales que incluyeran entre ellos
a la conducta honesta. Otro filósofo, Confucio, distinguía distintos niveles de
honestidad para su ética: y, de acuerdo con su grado de profundidad, les llamó
Li, Yi y Ren. Es motivo de debate si la honestidad es una característica innata
del género humano o si es fruto de su interacción en la sociedad. Desde un
punto de vista de la conducta animal, otros vertebrados suelen privilegiar su
condición individual y, en distintos grados, la de su descendencia por sobre la
de otros congéneres. Sin embargo, en los primates, este fenómeno es menos
"individualista" y alcanza su cima en el ser humano.
En este sentido, la honestidad (como cualidad ética o moral
en sociedad) está también muy ligada a la sinceridad, a la coherencia, la
integridad, el respeto y la dignidad. Pero como la verdad humana nunca puede
ser absoluta, la honestidad también es un valor subjetivo, en la medida en que
depende del contexto y de los actores involucrados. Por esta causa se vuelve
muy dificultoso establecer parámetros morales compartidos de una sociedad o de
una cultura a otra, e incluso entre grupos o entre individuos, estas
concepciones pueden cambiar radicalmente y lo que para uno es una muestra de
honestidad para otro no lo es. Así, en algunas culturas se acepta como un hecho
honesto la depredación de otros pueblos para favorecer al desarrollo de la propia
sociedad; este factor no es bien visto en otras civilizaciones. Del mismo modo,
la piratería es claramente un acto deshonesto para la mayor parte de las
personas, pero es visto como una "justificable" actitud ante los
abusos de los costos de libros, música o programas informáticos. En un
paralelismo, la antigua piratería marítima era condenada como una forma de robo
por muchos gobiernos, mientras que era vista por otras naciones como una suerte
de extraño heroísmo.
En los distintos campos de una sociedad típica, además, el
concepto de honestidad es variable y más o menos priorizado. Por ejemplo, se
prioriza la honestidad en la ciencia, pero en los ámbitos políticos esta noción
es mucho más debatible. Sin embargo, la contaminación de la honestidad ha llegado
a diversos campos, en los cuales la condena a este hecho es muy versátil y
depende de los estándares aplicados. Así, mientras que un evento deshonesto es
repudiado sin dudar por toda la comunidad científica cuando se demuestra un
plagio o un fraude, lamentablemente ese ejemplo no se reconoce en muchas
ocasiones en los poderes del Estado.
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