La palabra indiferente es el término de uso más extendido
para dar cuenta de aquel individuo que se caracteriza por no demostrar gusto o
inclinación por nada, o en su defecto a aquel que sobresale por no demostrar
cariño o interés respecto de otra persona o de algo específico.
Cabe destacarse que esa falta de interés que alguien
demuestra puede ser una característica arraigada y recurrente en la
personalidad de alguien o puede estar motivada por alguna situación especial
que la desencadena y no manifestarse, por tanto, en todo momento.
Por ejemplo, cuando un individuo vive una mala experiencia
con otro, la cual culmina en un serio enfrentamiento entre ambos, es frecuente
que tras este suceso, si surge un encuentro, los dos o alguno de ellos se
muestre indiferente para con el otro.
También es frecuente usar la palabra para expresar cuando no
interesa que algo sea o se realice de una manera u otra.
El estado de ánimo que permanece en la persona indiferente
se conoce popularmente como indiferencia y se destacará porque quien se halla
en el no siente ni interés ni repulsión por algo o alguien, o sea, no
demostrará un estado positivo como es el de la emoción, ni tampoco un estado
considerado como negativo, tal es el caso de la repulsión.
En psicología, cuando un individuo demuestra permanentemente
un estado de ánimo con las características mencionadas se hablará ya de un
problema de relacionamiento social, denominado como apatía. En esta situación,
la persona no demuestra ningún tipo de respuesta frente a estímulos
emocionales, sociales, o físicos, y se la considera como el nivel más simple
que presenta la depresión.
Entre la variedad de sinónimos que presenta este término, el
de desinteresado, sin dudas, se erige como el más empleado. Mientras tanto, la
palabra que directamente se opone a este término es la de emocionado, que por
el contrario a indiferente refiere a aquella persona que resulta fácil de
conmover y que cada vez que se siente conmovido lo expresa con facilidad.
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