El concepto de ira hace referencia a aquellos sentimientos
de violencia, enojo, angustia e indignación generados en torno a situaciones o
personas específicas. La ira es para muchos psicólogos y profesionales un
sentimiento de descontrol anímico que puede resultar muchas veces en diferentes
tipos de violencia, especialmente si no está bien canalizada. Conocida como uno
de los siete pecados capitales, la ira es sin dudas un instinto que,
dependiendo de los casos particulares, puede acercar al ser humano al estado
casi animal en el cual el uso de la razón queda bloqueado por los sentimientos
irracionales.
Para la psicología freudiana, la ira es el producto de una
falta de amor o de cariño. Además, Freud planteó también en sus escritos la
posibilidad de que exista cierta predisposición genética para que un individuo
tenga tendencias a sentir diferentes grados de ira ante determinadas
situaciones. En este sentido, la psicología siempre sostiene la peligrosidad de
que existan sentimientos de ira en una persona y que estos no sean
adecuadamente utilizados, generando así situaciones de riesgo para terceros y
para uno mismo. Se cree que la ira entendida como un valor de supervivencia
puede transformarse en un elemento positivo si es responsable de llevar al
individuo hacia una búsqueda de soluciones y posibles factores de ayuda.
La ira ha desde siempre llamado la atención del ser humano y
esta condición ha sido el sujeto de diferentes obras literarias y exploraciones
analíticas a lo largo de la historia de la Humanidad. Este interés puede
deberse a que los sentimientos de ira son generalmente indomables e
inmensurables, poniendo en juego nuestra naturaleza animal y salvaje ante
aquello que nos diferencia de las bestias.
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