El concepto de lujuria es utilizado en nuestra lengua en dos
sentidos. Por un lado designa a aquel apetito sexual desenfrenado y excesivo
que manifiesta una persona y por otra parte denomina el exceso que se observa o
se dispone al respecto de determinadas cosas. Ahora bien, debemos decir que el
primer sentido es el más usado y en el que inmediatamente pensamos al escuchar
la palabra.
Debemos decir a propósito de la lujuria que se trata de una
cuestión que es totalmente condenada y rechazada en la mayoría de las
religiones, en el cristianismo, el judaísmo, por ejemplo.
La Lujuria, para la religión cristiana, es uno de los siete
pecados capitales en el cual podemos incurrir los seres humanos y se trata del
apetito desordenado y sin límites de los placeres de la carne. Mayormente se lo
asocia al deseo sexual incontrolable, aunque también se utiliza para designar
el exceso o demasía que alguien presenta en algunas cosas.
El cristianismo además sostiene que la lujuria es un claro
atentado contra uno de los diez mandamientos, aquel que reza: “no cometerás
actos impuros”. Inclusive la Biblia hace referencia a este comportamiento y lo
condena por supuesto.
En tanto, a la persona que manifiesta esta inclinación se la
conoce popularmente como lujurioso/a.
La lujuria, además es normalmente comparada con la lascivia,
que es la imposibilidad que se le presenta a alguien de poder controlar su
libido cuando alguna situación se la despierta; quien padece de estas
cuestiones casi seguro de estar observando una película condicionada empezará a
pensar sin control en el sexo, es decir, todos sus pensamientos y quienes se
presenten ante él, aun no teniendo nada que ver, pueden ser objetos de ese mencionado
comportamiento.
Por otra parte, así como para los católicos la lujuria es
una situación condenable, también, hay otras religiones que la desprecian y la
intentan combatir, el hinduismo, por ejemplo, señala a la misma como uno de los
cinco males del mundo.
Volviendo al cristianismo, esta religión considera que el
deseo sexual ya de por sí está teñido de lujuria, esté o no esté vinculado al
campo de la obsesión. Es tan importante la condena moral que la misma recibe en
este tipo de contexto que ha llegado a desembocar en la prohibición, bajo todo
punto de vista, de la existencia de relaciones sexuales por afuera del
matrimonio en el caso de los cristianos.
La psicología explica que la lujuria se encuentra
estrechamente vinculada a los pensamientos posesivos sobre otra persona y
entonces, aquí es donde radica el problema y puede resultar peligrosa, porque
cuando la misma alcanza un nivel patológico puede llegar a desatar
comportamientos altamente complejos y graves y por supuesto totalmente
condenables desde los planos morales, filosóficos y religiosos, como ser,
abusos sexuales, violaciones, compulsión sexual, entre otros.
En la actualidad, lamentablemente, se denuncian de manera
constante casos de abuso sexual, abusos que son cometidos por familiares de la
persona abusada, por allegados y también por personas desconocidas que los
atacan por ejemplo en plena calle.
También, la lujuria, suele ser desencadenante de otros
comportamientos complicados en materia sexual como es el caso de la
promiscuidad y decimos complejos porque la promiscuidad consiste en el
mantenimiento de relaciones sexuales con muchas personas al mismo tiempo y
normalmente sin utilizar ningún tipo de protección, situación que puede dar
paso al contagio de enfermedades de transmisión sexual tal es el caso del HIV o
la sífilis.
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